Bailes de resistencia en Buenaventura, la vida en 6/8
06/29/2021

En nuestros territorios los artistas no se tocan, y hoy las canciones “La gente lo que quiere es bam bam bailan” o “No somos malos, somos diferentes” tienen líricas en luto. Recordamos a Junior Jein.

Por: María Camila Pisco Gómez, Colectivo Enraizados

Cuando estaba en el colegio leí algunas páginas de un libro escrito por un hombre llamado Javier Ocampo López, en el cual afirmaba “El folclor es la ciencia que investiga los valores tradicionales que han penetrado profundamente en el alma popular”. Entonces, ante la cruda realidad que arrastra a los jóvenes de Buenaventura a la muerte o a las armas, pensé que tal vez esta podía ser parte de nuestra alma popular: la violencia. Me sentí triste. Pero luego descubrí gracias a mi propio camino, que la cultura es nuestra verdadera alma popular.

Mi mamá dice que el universo vibra y tiene su música, y yo pienso que en estos territorios, nosotros vivimos la vida en 6/8; este es un compás musical que sonaría como el corazón cuando se trota. Este compás es usado usualmente en la mayoría de nuestras músicas y danzas,  las que heredamos de nuestros ancestros. Y, aunque no es un secreto que algunas de nuestras manifestaciones tienen origen en países europeos por la colonización, la mayoría nos acerca a nuestro continente madre: África.

Por medio de la música y la danza se cuenta y representa la vida misma de nuestros ancestros y de nuestras comunidades. El folclor es el puente que nos queda hacia nuestro origen y cada momento tiene un ritmo, un baile y un sentido. Cuando nace bebé, antes de ir a la iglesia sus padrinos le dan su nombre mientras lo bañan en el Agua Del Socorro, y se toman los meados del recién nacido. Así, con la bebida u el compartir se celebra el nacimiento de este nuevo hermano.

Si, por cosas del destino, este bebe es llamado a partir del mundo, se le Chigualea, o se hace un velorio con colores, comida y rondas porque es un alma pura y llena de luz que pasa a ser un angelito para su familia. Gracias al agua de socorro muere con la bendición de Dios. Entonces los padrinos y los niños realizan un baile para despedirlo con alegría y sin los pesares de la vida, como un alma sin pecar.

Cuando los niños y niñas crecen, empiezan a aprender en los barrios las danzas tradicionales como la Juga, las Rondas, los Bundes, el Abozao, el Mapalé, las Jotas y sus variantes. Estas son danzas con bastante movimiento, donde además de la coordinación, la gracia y el ritmo, se exige una felicidad y energía típica de ellos.

Cuando llega la juventud, ese momento en donde empezamos a ver la belleza de otros, se aprende el bambuco viejo y, gracias a Petronio Álvarez, que se convirtió en el hermoso currulao, baile que se caracteriza por su cadencia, su elegancia y el sentimiento. Es aquí en donde el hombre en su caminado y zapateo, enamora a su pareja. Les recomiendo escuchar la canción “Quiero Bailar” del grupo Socavón de Timbiquí.

En la agricultura y labores cotidianas se encuentran las Bogas como Canalete, la Buluca o la Sangrienta, el Pisón, la Molienda, el Birimbí, las Jugas de Laboreo, el Atarrallador, entre otras danzas. Estas representan los espacios productivos de nuestras comunidades en donde la música permite sobrellevar el trabajo duro y la carga de la vida. En un libro de Manuel Zapata Olivella titulado “Changó el Gran Putas”, los exiliados de las tierras africanas le pidieron a los dioses que no les quitaran las orichas, pues habían perdido todo, y querían mantener la alegría.

Cuando bailamos y tocamos, sentimos la conexión con nuestros ancestros. Esto no nos pudieron quitar en todo este catastrófico suceso de la trata trasatlántica. Nosotros sentimos alegría, admiración y respeto por todo lo que hacían, por su gran poder de resiliencia, porque a pesar de las circunstancias que vivían, y que nos cuentan los abuelos, buscaban vivir y ser libres, y esta es una de las maneras de demostrarlo: bailando.

Sin embargo, el uso de las tierras para producir narcóticos que se trafican a otros países, la sobreexplotación minera, la llegada de monopolios empresarial para usar las zonas turísticas y la actividad portuaria ha generado violencia urbana grupos que luchan por el acceso al mar, fronteras invisibles sumado a eso que llamamos abandono estatal y la corrupción dificultan el ejercicio libre del folclor y la vida misma.

En Buenaventura decimos que una persona con arte jamás tocara las armas. Los maestros, sabedores, folcloristas, músicos y artistas le arrebatamos los jóvenes a la violencia, para que no se cumpla el designio de los mayores: “El que no nace para servir mejor que no nazca o no viva, y sufra este destino de muerte y dolor”. Aunque no se hacen mayores recursos, con el arte los jóvenes tenemos la oportunidad de conocer gentes, lugares del mundo, culturas de nuestros territorios y de otros, y esto nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Como pueblo negro y nación diversa, pienso que llegará el momento en el cual todos en un bambuco, en un currulao, en una cumbia, en un bullerengue, en un joropo o en un sanjuanero, nos sentiremos colombianos con identidad.

Espacios de baile, resistencia y resiliencia

Por medio de la enseñanza de las músicas y las danzas tradicionales, se busca reflexionar sobre nuestra función en esta vida y en nuestra comunidad. Pensamos en el para qué estamos en este mundo y gracias a nuestra cultura, enganchamos a los jóvenes desde niños en el disfrute de su alma popular. Así, mientras crecen, no producirán palabras como “muerte violenta”, “revolver”, “dolor”, “miedo”, o “desplazamiento forzado”.

No ignoramos nuestra realidad, al contrario, queremos ser agentes de cambio empezando por nosotros mismos, para que todos los niños, jóvenes y adultos puedan sentir y pertenecer a estos procesos. Solo eso pedimos, que nos dejen ser y vivir, por ello hemos luchado la libertad de expresar nuestros saberes. He aquí la vital importancia de la creación, promoción y circulación de espacios culturales.

Para aprender estas artes, anteriormente era necesario tener una familia cultora y heredar estos saberes. En la actualidad existen escuelas de música como Bogando, donde se enseña tanto la música tradicional, como la música formal. Escuelas de danza y música como Tradelpa, Buscaja , Ilakir, Ashe, Kilombo, la casa de la cultura, Manantial folclorico, y agrupaciones como Juventud Porteña, Juventud del Pacifico, Arambe y Manos de paz,hay escuelas de formación.

Hay otros espacios enfocado en niños como El palenque de Jary el Primo Hermano, el Palenke de Jonky, y procesos incluyentes como Colores, Semillero de Elenita, y colectivos como el nuestro, Enraizados, San Antonio, apoyamos la restitución de los derechos de niños y jóvenes a través del arte como PacificArte.

Aunque existen aproximadamente 50 procesos como estos, no sobra decir que lo que guía es el amor a lo propio, ya que estas iniciativas cuentan con poco y trabajan con las uñas, como se dice coloquialmente. Sin embargo, son procesos con testimonios reales de cómo desde su niñez y juventud, se pudo tomar un rumbo de resiliencia y resistencia, bailando. Así se construye la paz, esa que habita en nuestra alma popular a ritmo de 6/8.