Soy de Buenaventura, ¡y somos arte y resistencia!
06/08/2021

Ser niño y ser joven en Buenaventura es difícil. No solo se deben afrontar las situaciones internas en las familias, las dificultades económicas, el desempleo, los precarios servicios públicos y de salud, sino también el ambiente hostil para crecer y desarrollarse.

Recuerdo que a mis diez años de edad mi mamá era parte del equipo de la Asociación de Parteras Unidas del Pacifico, ASOPARUPA, y gracias a ello pude conocer a las mágicas parteras o comadronas, que es el término que se utiliza en zonas rurales. También fui consciente de la medicina tradicional, de nuestro territorio natural, de nuestra libertad al parir y de cómo los dones pueden ser otorgados y los maleficios ser curados a través de las plantas. El trabajo con las plantas y el “partiar” como asistente o aprendiz, fueron mi puerta a la cultura, pues en la partería se reza, se siembra, se narra y se canta.

Cuando tenía 15 años recuerdo que catalogaron a Buenaventura como la ciudad más peligrosa del mundo, el lugar donde nací, donde me criaron, y donde me he formado como persona. En la ley 1617 del 2013 Distrito Especial de Buenaventura reposan múltiples diagnósticos e investigaciones que dan cuenta de cómo se vive aquí, aunque para nosotros los jóvenes no son necesarios los documentos que nos explican el desplazamiento forzado, la violencia, la muerte, la pobreza extrema, la desigualdad y  el abandono estatal, pues nosotros lo vivimos todos los días.

Jóvenes y niños han logrado resistir al sistema que los conduce a la violencia, al delito, y a la desescolarización, gracias al llamado del bombo, del cununo y del guasa, que son los instrumentos musicales de nuestra música ancestral. Recibir una clase de música, ver una presentación de danza y escuchar a los viejos hablar de nuestras tradiciones, es lo que le cambia la vida a nuestros niños y jóvenes. Yo lo viví, el arte me dio un proyecto por el cual vivir, y esto lo comparto con jóvenes músicos, bailarines, narradores y  poetas.

El año 2015 la música tradicional vino a mi encuentro en el Festival Cantores de Río, evento que se realiza cada año y en donde se presentan grupos musicales de la zona rural de Buenaventura, y de los paisanos de San Juan y del Cauca. Yo tuve un llamado, sentí cómo el bombo me hablaba y no quería salir de esa sensación. Después, fue en la universidad en donde me decidí a fortalecer el vínculo con la tradición, en búsqueda de mi identidad, de mis ancestros y de mi propio ser, cuando me uní a la agrupación de música tradicional Son del Pacifico de la Universidad del Valle.

Organizaciones como la escuela Bogando, Jagüeros, Ilakir, Ashe, Mariposas de Amor, Tradelpa, Asocmalaga, Juventud Porteña, Pacificarte, Batuta, Manantial, y personas como Doña Julia Estrada, Atoche Quintero, el Maestro Baudilio Cuama, Fredy Platicón, fueron los que me transmitieron la identidad musical de nuestro pueblo. Ellos han sido mentores de muchos y muchas jóvenes de barrios complejos; son ejemplos de una vida en resiliencia gracias al arte y la cultura.

Recuerdo con orgullo cuando nos unimos como territorio y juntos vivimos y encaminamos el movimiento del paro cívico en el año 2017. Ese fue un momento histórico para la ciudad, para el pacífico colombiano y seguramente para el país. A través de nuestros bombos, cununos, marimbas, chirimías, danzas, voces y liderazgos, la voluntad del pueblo se fortaleció y nunca se rindió.

Soy cantaora y músico tradicional de corazón, y nunca sentí un alabao, que es nuestro rito para despedir a nuestros fallecidos, de tal manera hasta el 8 de diciembre del 2019, el día que partió Beatriz Moreno Lozano, mi abuela. Podría jurar que fueron los cantos más dolorosos que han salido de mí hasta este momento. Tan solo escribirlo en este momento me produce una gran nostalgia, pues no solo se había ido mi abuela, sino también mi amiga, confidente y maestra. Ahora que recuerdo, si no hubieran estado todos nuestros conocidos y amigos acompañándonos, cantando, tocando, jugando dominó, y cocinando, no sé de qué manera tan atroz hubiéramos tenido que despedir a ese ser de luz que fue ella.

El universo de las manifestaciones culturales logran transformarnos, dirigirnos, y organizarnos. El arte nos conecta, nos da seguridad en nosotros mismos, y nos enseña a amarnos. Gracias a ello logramos la unión, la paz, la tranquilidad, y nos permite un constante aprendizaje, nos acompaña en nuestros mejores momentos de la vida, y también en los peores o más dolorosos. Por esta razón nació el colectivo juvenil Enraizados. Somos un grupo de jóvenes que nos unimos para fortalecer esto que nos mueve, para preservarlo, para investigar, para exaltar, para reconocer y para dar a conocer lo importante que son las diferentes manifestaciones culturales y artísticas en los territorios de Buenaventura.

Aunque contamos con dificultades como la falta de apoyo local, de recursos, y de espacios culturales para todos, no nos rendimos. Consideramos que en un futuro cercano este amor que sentimos por nuestra cultura se convertirá también en nuestro modo de vida, pues la cultura lo es todo y es todo lo que somos.

Este oficio, que comparto con intérpretes del bombo, del cununo y de la marimba como cantadora de música tradicional, lo vivo con todo mi ser y energía. Nuestra cultura representa las diversas representaciones artísticas que protegen y preservan la identidad de los territorios de Colombia, este país que hasta ahora empieza a entenderse como multicultural y pluriétnico.

Por: María Camila Pisco, Colectivo Enraizados, Buenaventura