Al son de la marimba, el cununo y el guasá nace María Camila Pisco con un nuevo sueño que inicia desde muy pequeña gracias a vivir en medio de la música y el folclor en el puerto de Buenaventura. Y es que ese llamado por la cultura de su región despertó en ella una pasión por promover e involucrarse en procesos sociales que enriquecen a una comunidad que día a día se levanta con la esperanza de ver un cambio en el territorio que los vio crecer. “Desde muy pequeña he estado en procesos sociales. Junto a mi mamá, quien es promotora de lectura, leía sus libros entonces me inculcó todo ese amor”, responde Camila con un brillo en sus ojos.

Así lo cuenta la joven de 24 años, administradora de empresas de la Universidad del Valle, cantaora tradicional, profesora por vocación, y líder del colectivo Enraizados, quien con orgullo menciona que se siente feliz de ser una mujer porteña, a pesar de ser víctima del conflicto armado. “Mi familia es oriunda del Cauca y del Chocó, pero fuimos víctimas del conflicto, por lo que nos tocó desplazarnos y mi mamá valientemente decidió criarnos en Buenaventura”, afirma Camila.

El sueño para Camila brota con el Colectivo Enraizados, quien en la lucha de pertenecer a la región, decide unirse con un grupo de amigos y crear una organización que busca resaltar y dar a conocer cómo desde las manifestaciones culturales, como: la música, danza, cocina, artes manuales, entre otras, se puede transformar una región que ha sido azotada durante muchos años por la violencia y delincuencia a mano de grupos armados.

Y con la idea de convertirse empíricamente en un colectivo de comunicación conocen el Programa Jóvenes Resilientes #EfectoColectivo de USAID y ACDI/VOCA, para comenzar a representar a través del dibujo y el retrato lo más significativo de su entorno y mostrar la otra cara de la población. Es por esto, que Camila menciona que: “Nosotros queríamos avanzar así que decidimos hacer parte del Programa Jóvenes Resilientes” y con gratitud manifiesta que, por medio de las capacitaciones en comunicación, cursos, diplomados, entre otros, recibieron un gran apoyo que les permitió orientar al colectivo trazándoles una línea de acción que debían seguir.

Es así como en el 2018 el recorrido de Enraizados comienza como una agrupación musical con miembros de la zona rural y urbana de Buenaventura, pero, tiempo después y con la idea de que faltaba algo más por hacer en el territorio, se aventuran por enseñar en los barrios más afectados del puerto. “Nosotros iniciamos haciendo música, a veces nos íbamos al parque a tocar, luego de la música empezamos a migrar a los procesos y a enseñar”, asegura Camila al mencionar que dejaron a un lado su gran pasión de hacer música, para comenzar a educar en barrios como San Antonio y San Francisco de Buenaventura.

La gran motivación de esta porteña es aportar al mejoramiento de la región, por medio de la enseñanza, para cambiar el imaginario que se tiene en el interior de lo que pasa en Buenaventura. “Yo soy profesora de vocación, todo lo que sé, lo enseño. Si hay alguien que quiere aprender y yo lo sé, yo se lo enseño, si hay algo en lo que pueda colaborar, colaboro. Por eso, me motiva ayudar a mejorar esto, porque yo siento que, si todos tenemos el propósito de mejorar Buenaventura en vez de irnos, hace 10 años atrás esto ya habría cambiado”, responde Camila con una voz de esperanza.

A pesar de recibir muchas amenazas de personas mal intencionadas, Camila no para de trabajar por su territorio y en un colectivo que ha logrado encontrar unión y asociación. Finalmente, entre risas y alegría, concluye que: “Siento que Enraizados me ha descubierto una nueva vocación y ha alimentado mi vida, porque más que, qué quiero ser, es qué quiero hacer”. Por ello, su sueño es fortalecer el colectivo y en un futuro poder convertirse en una agencia creativa y de comunicaciones con un sistema cultural artístico y audiovisual que logre integrar a toda la comunidad.

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